domingo, 6 de março de 2011

Educación Mediúmnica

Por Dora Incontri

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Tres requisitos son fundamentales para la práctica consciente y elevada de la mediúmnidad:

1) La capacidad de concentración: “Lo más importante (…) es la calma y el recogimiento que se debe tener, junto a un deseo y una firme voluntad de éxito. Y por voluntad no nos referimos aquí a un deseo efímero e inconsecuente, a cada momento interrumpido por otras preocupaciones, más si a una voluntad seria, perseverante, sustentada con firmeza, sin impaciencia ni ansiedad. El recogimiento es favorecido por la soledad, por el silencio y el alejamiento de todo lo que pueda provocar distracciones. (El Libro de los Mediums, ítem 204). Durante los trabajos mediúmnicos, es preciso saber aislar la mente de todas las dispersiones a que estamos habituados. Enfocar el pensamiento en el propósito de servir, fijar la emoción en Jesús (se puede usar el recurso de la proyección de la imagen de Cristo, de preferencia no la de Cristo crucificado, más si la de Cristo dulce y consolador, a la vera de los lagos, en lo alto de los montes…), direccionar conscientemente vibraciones para los Espíritus sufridores comunicantes. Se trata de una disciplina mental, que deberíamos practicar diariamente y no solo apenas en la hora de la práctica de la mediúmnidad. Saber centrar y controlar los propios pensamientos es una conquista importante del espíritu. Más no es algo que se obtiene fácilmente. Es preciso la calma y la persistencia. Entretanto, hay dos movimientos mentales distintos en la sesión mediúmnica: a) direccionar el pensamiento, teniendo en vista la oración, la emisión de vibraciones o la proyección de una imagen y b) vaciar la mente para permitir que el Espíritu comunicante manifieste su pensamiento.

2) El autoconocimiento: Siendo la mediúmnidad un acto de comunicación entre nosotros y otras inteligencias en estados más o menos avanzados, es indispensable saber exactamente lo que somos, lo que pensamos y lo que deseamos, para distinguir lo más posible nuestro pensamiento de los pensamientos que nos llegan durante la sesión mediúmnica o en lo cotidiano. En posesión de nosotros mismos, conscientes de nuestras conquistas y de nuestras debilidades, queda más fácil separar la manifestación de los Espíritus de nuestra propia personalidad. Sin embargo en toda manifestación mediúmnica siempre hay una influencia mayor o menor del médium. “… ¿el Espíritu del médium no es jamás completamente pasivo?- El es pasivo cuando no mezcla sus propias ideas con las del Espíritu comunicante, más nunca se anula completamente. Su concurso es indispensable como intermediario, aun mismo cuando se trate de los llamados médiums mecánicos.” (El Libro de los Mediums, ítem 223, cuestión 10 – Ver también el resto del capítulo XIX – El papel del médium en las comunicaciones).

3) el encajamiento en la auto-educación: “Si el médium, en cuanto a la ejecución, es apenas un instrumento, en lo tocante a la moral ejerce gran influencia. Porque el Espíritu comunicante se identifica con el Espíritu del médium y, para esa identificación, es necesario haber simpatía entre ellos, y si así podemos decir, afinidad. El alma ejerce sobre el Espíritu comunicante una especie de atracción o repulsión, según el grado de semejanza o desemejanza entre ellos. Ahora, los buenos tienen afinidad con los buenos y los malos, con los malos, de donde se sigue que las cualidades morales del médium tienen influencia capital sobre la naturaleza de los Espíritus que se comunican por su intermedio. Si el médium es de baja moral, los Espíritus inferiores se agrupan en torno de él y están siempre prontos a tomar el lugar de los buenos Espíritus a que el apelo. Las cualidades que atraen de preferencia a los Espíritus buenos son: la bondad, la benevolencia, la simplicidad de corazón, el amor al prójimo, el desprendimiento de las cosas materiales. Los defectos que los apartan son: el orgullo, el egoísmo, la envidia, los celos, el odio, la codicia, la sensualidad y todas las pasiones por las cuales el hombre se apega a la materia. “(El Libro de los Mediums, ítem 227) Es evidente que no se espera la actitud ya santificada por parte de un médium, sujeto a las leyes de la evolución terrenal. Sin embargo, la simpatía y la protección de los buenos Espíritus se dan en la medida de los esfuerzos que el hace para vencer en si mismo y superar deficiencias y desequilibrios – siendo la propia mediúmnidad un instrumento inigualable de elevación. Por ella, muchas veces recibimos la inspiración.los consejos y las orientaciones morales necesarias para nuestro adelantamiento. Por ella, identificamos mejor nuestras debilidades, pues si pusiéramos atención en nosotros mismos, observaríamos como los Espíritus perturbadores se aprovechan de ellas.

Mediúmnidad y emoción

La percepción extra-sensorial de los Espíritus se da generalmente en primer lugar en el patamar de la emoción. La asimilación de ideas es siempre posterior al impacto emocional. Y eso tanto en lo cotidiano, como en el espacio de una sesión mediúmnica. Tristeza, angustia, rabia, nerviosismo, tedio u, por otro lado alegría, paz de espíritu, hasta aun mismo sensación de éxtasis pueden ser síntomas de una presencia espiritual.

En ese paso, debe entrar el médium con su autoconocimiento para distinguir sus propias emociones de aquellas provocadas o potencializadas por los Espíritus. Las emociones que pertenecen al propio médium son aquellas cuyas causas son fácilmente identificativas. Se queda triste o irritado por algún motivo. Si no hay motivo alguno, se puede desconfiar de alguna interferencia extraña. Y si hay algún motivo, más nuestra reacción está exagerada, entonces se puede estar juntando a nuestra rabia o a nuestra tristeza, la influencia de otros espíritus. Ellos potencializan nuestras emociones.

Inversamente también acontece. Si algún día nos sentimos especialmente leves, tranquilos y felices, sin ningún motivo aparente, esto puede darse por la recordación de un contacto espiritual venturoso durante el sueño o incluso por la aproximación de algún Espíritu, durante el estado de vigilia.

Para saber lidiar con nuestras propias emociones y aun con las emociones ajenas, es preciso desenvolver larga autodisciplina. Anular emociones o racionalizarlas en exceso no es el camino, pues no se trata de enfriarlas hasta el punto de tornarnos indiferentes. Más si es preciso controlarlas, en vez de dejarnos atropellar por ellas. Llorar, reír, indignarse, entristecerse son reacciones humanas naturales. Sin embargo, tanto la alegría como el dolor, así como la indignación, deben ser comedidas, no deben dejarnos salir del eje. En el médium, el descontrol emocional puede ser la puerta abierta a la obsesión, pues es en el justo momento en que perdemos nuestro autocontrol que los Espíritus perturbadores pueden instalar sus pensamientos y sus impulsos en los nuestros y podemos ser llevados a hablar y actuar empujados por ellos. Eso en lo que se refiere a la vigilancia diaria que el médium debe tener consigo mismo

En la hora propiamente dicha de la comunicación, tal control es esencial para que haga fluir más eficiente entre los dos planos. Si el espíritu comunicante está en desequilibrio emocional es justamente la serenidad del médium la que va a contribuir para su reequilibrio. Si el médium se deja dominar completamente, en vez de ayudar al otro, estará desayudándose a si mismo. Si el Espíritu comunicante fuera un Espíritu superior y, sobretodo, si tuviera ligación afectiva profunda con el médium, las lágrimas serán manifestación natural de gratitud, amor o pesar. Más si hubiera exceso, el contenido de la comunicación, sea oral o escrita, sufrirá en calidad, pues el médium estará enteramente tomado por la emoción y no facilitara la claridad de las ideas. Es verdad que, algunas veces, el espíritu Superior no desea comunicarse o no puede hacerlo, provocando lágrimas y tocando corazones, con su vibración amorosa. En ese caso, no hay la preocupación de una transmisión de ideas, más si justamente el despertar de sentimiento fecundos en el médium y en los asistentes de la reunión.

Mediúmnidad y educación

Estos dos temas están intrínsecamente relacionados, pues todo lo que es propio del ser humano debe ser comprendido de forma pedagógica. Ya que la meta del espíritu es la perfección, todos los medios para conseguirla son educación.

En el caso de la mediúmnidad es medio y fin.

La mediúmnidad como medio de perfeccionamiento

Es medio porque puede tornarse importante instrumento de la evolución humana, tanto para quien la practica, como para quien n de ella es beneficiario. El médium puede emplearla para mejorar su percepción del mundo, para instruirse con el contenido espiritual de que es intermediario, instruyendo también al prójimo. Cuando lidia con otros espíritus, superiores o inferiores a él, en moralidad o inteligencia, está en proceso de aprendizaje e interacción, acumulando un conocimiento experimental del ser, que no puede ser buscado en ningún compendio.

Ese aprendizaje que la mediúmnidad proporciona tiene un alcance pedagógico más amplio. En el descorrer de la historia humana, filósofos y profetas, artistas y científicos, conscientemente o no, han servido de intermediarios, inter existenciales, construyendo el conocimiento humano, de forma interactiva con el plano espiritual. Sócrates se refería a su daimon, como la voz inspiradora de sus acciones. Descartes afirmaba que toda su filosofía se había iniciado a partir de tres sueños, proporcionados por el espíritu de Verdad. Rousseau contaba como tuviera una visión de las ideas que desenvolvería en sus libros. Más asumir la comunicación mediúmnica, como parte constitutiva de la construcción del conocimiento nunca fue tan explicito y transparente.

La abnegación mediúmnica

La participación del médium en un proceso de auto educación significa que el usará sus potencialidades psíquicas de forma responsable y beneficiosa. El Libro de los Mediums habla de “desear el bien y repeler el egoísmo y el orgullo”. (Cap. XX, Ítem 226, n. 11) Dice el libro de los Espíritus que la “sublimidad de la virtud consiste en el sacrificio del interés personal para el bien del prójimo, sin segunda intención” (cuestión 893) De entre los empeños morales del médium, uno de los mayores debe ser el de abnegarse, el de hacer el Bien sin deseo de recompensa de cualquier especie. Eso engloba el abandono de todo interés personal: dinero, poder, fama o aun mismo retribución psíquica y afectiva.

Al contrario de las corrientes espiritualistas anglosajonicas en que se hace el comercio abierto de la mediúmnidad, es corriente en el medio espirita brasileño, el rechazo del interés financiero mezclado a la actividad mediúmnica. En su mayoría, los médiums adeptos de la Doctrina Kardeciana, se abstienen de sacar provecho económico de sus facultades. Cuando lo hacen, su seriedad mediúmnica es puesta en duda. De hecho, misturar la ambición de lucro monetario de una actividad que requiere todo respeto, toda absnegación y toda elevación mental, es sujetarla a influencias más despectivas posibles. Pretender lidiar con el mundo espiritual, ser intermediario de seres en otra dimensión, servir de puente entre los dos mundos - al precio de un producto mercadológico es abrir espacio para cualquier tipo de mistificación. El cliente que paga tiene derechos; quien vende un producto ha de dar garantía de lo que vende. Siendo el hecho mediúmnico una interacción de inteligencias autónomas y libres, el médium nada puede ofrecer con garantía y mucho menos hacerse pagar por comunicaciones que no dependen de el. Más allá de eso, comercializar las bendiciones de lo alto o la caridad practicada es infracción grave de las leyes divinas. Basta recordar que una de las pocas veces en que Jesús se indigno con energía, fue contra los mercaderes del templo.

Es importante fijar ese aspecto, porque la tentación diaria a la que el médium se ve sometido es muy grane. Y, a pesar del acostumbrado rechazo del movimiento espirita brasileño a comerciar la mediúmnidad, comienza a surgir cierta tolerancia en relación a médiums de cura, lo que también es inadmisible. Aun más considerándose el hecho de que la mediúmnidad es siempre un fenómeno delicado para ser comprobado y ofrece apenas un grado relativo de seguridad. De esa forma, la exclusión del interés financiero es la primera garantía de seriedad, aunque no suficiente. Esto también sirve para los libros mediúmnicos. En cualquier actividad, donde hay interés de lucro, el podrá sobreponerse a cualquier preocupación de ética y calidad. Así, cuando se trata de algo sagrado, la abnegación debe ser absoluta.

Más no se trata de intereses financieros apenas. Dado el atavismo milenario de la humanidad de procurar gurús y se aferran a los chamanes, oráculos y los lectores de la suerte, existe la tendencia de proyectar esas ansias de dependencia para los médiums contemporáneos – y algunos se complacen en eso. por el hecho de poseer un conocimiento más preciso de dadas situaciones o personas o aun mismo del pasado y del futuro, ese conocimiento muchas veces es usado como medio de mantener a los otros en dependencia psíquica o en estado de idolatría. El médium y su cliente entran en un juego de vampirismo mutuo, en el que el primero se alimenta de la adoración servil y el segundo se vicia en las orientaciones y consejos para su vida en particular. Por tanto, en una relación de poder, en la que el orgullo y el egoísmo entran como actores principales.

La dominación psíquica puede ser también colectiva, cuando el médium se deja embriagar por la fama derivada de obras y fenómenos de que fue intermediario, juzgándose merecedor de elogios y privilegios. Precaverse contra la vanidad, abnegarse de si mismo es el remedio. Según Kardec, el médium moralizado, al contrario del médium vanidoso, “convencido de que su facultad es un don que le fue concedido para el bien, no prevalecerá de ninguna manera, ni se atribuirá cualquier mérito por poseerla. Recibe como una gracia las buenas comunicaciones, debiendo esforzarse por merecerlas a través de su bondad, de su benevolencia y de su modestia. El primero se enorgullece de sus relaciones con los Espíritus superiores; este se humilla, por considerarse siempre indigno de ese favor.” (Libro de los Médiums, ítem 229).

*Educadora, maestra y doctora en Educación, periodista, escritora, creadora de la Asociación Brasileña de Pedagogía Espirita (ABPE) y del curso de pos graduación en Pedagogía Espirita.

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