terça-feira, 22 de março de 2011

Apariencias, Reencarnaciones Suntuosos Y Pases

Por José Herculano Pires

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Podemos ir aun más lejos y preguntar: ¿quien se conoce a sí mismo y puede evaluarse con seguridad? Si nuestros estudios y nuestras prácticas espiritas aun no nos dieron siquiera la comprensión de la inferioridad de nuestro planeta, de la precariedad de los juicios humanos, de nuestra incapacidad para dominar los problemas de orden superior del plano espiritual, es evidente que precisamos de una revisión inmediata y profunda de nuestra posición doctrinaria.

En esa misma línea de pensamiento debemos encarar los problemas del conocimiento de nuestras encarnaciones anteriores. Esa cuestión viene también sirviendo como posible criterio evolutivo a médiums y predicadores. Estos, a su vez, encuentran apoyo para su posible autoridad en la doctrina en sus posibles recuerdos de vidas anteriores. Más de que recursos disponemos para penetrar con seguridad en ese problema, investigando nuestras vidas pasadas y hasta aun mismo las vidas pasadas de los otros? El único criterio de que disponemos nos fue dado sabiamente por Kardec: que examináramos las condiciones actuales para que supiéramos en qué condiciones vivimos en el remoto pasado.

Ese criterio se basaría en el principio de la evolución y en el imperativo de conócete a ti mismo. Más nuestra ignorancia en relación a la posición del Espiritismo en el mundo, es tanta que nos olvidamos de la inutilidad de los títulos y posiciones del pasado para querer saber quien fuimos y no lo que fuimos. Queremos tener la certeza, aun mismo por la auto- sugestión, de que fuimos esta o aquella figuras histórica importante – un príncipe, un cardenal o por lo menos un asistente, una reina o un gran guerrero – porque así nos sentimos mejores y hacemos que los hombres actuales nos consideren con más respeto. Eso quiere decir simplemente que cambiamos los valores espirituales por los valores materiales preventivos.

No preguntamos por nuestra humildad, moralidad, espiritualidad, bondad y pureza del pasado, preguntamos por la vanidad, arrogancia, criminalidad e inmoralidad. Sabemos muy bien que los grandes de entonces, en la trágica historia humana, fueron feroces dominadores, y queremos presentarnos aun hoy mismo con las insignias de la grandeza brutal de otros tiempos. Como decía Aristides Lo bo, el gran periodista paulistano, materialista y traductor de obras filosóficas, que acabo aceptando el Espiritismo y profiriendo en la Biblioteca Municipal una memorable palestra sobre su conversión; “Lo que extraño en el medio espirita es que he encontrado a muchos sinvergüenzas reencarnados, más a ningún campesino honesto o basurero”.

Si nos fuese necesario recordar las encarnaciones anteriores, es evidente que las recordaríamos. Esos recuerdos están en nosotros mismos, gravadas en nuestra profunda conciencia. Más para nuestro beneficio las recordaciones del pasado son filtradas al pasar de la conciencia subliminar a la conciencia supra liminal.

El filtro protector solo permite que pasen por la línea divisoria del umbral los resultados de nuestras experiencias anteriores en forma de aspiraciones, aptitudes, tendencias, vocaciones, y sobre todo los propósitos de no regresar jamás aquellas condiciones negativas que debemos olvidar. Este problema de las reencarnaciones anteriores es siempre disfrazado por la declaración de que el recuerdo sirve para probar el principio de la reencarnación. En realidad, lo que en general se busca no es eso, más si una base mayor y tanta más impresionante como aureolada por lo maravilloso, para nuestro prestigio actual en el medio espirita

Nos olvidamos, sin embargo de que la revelación de esas supuestas recordaciones sirve para ridicularizarnos también para ante los espiritas de buen sentido y la gran mayoría no espirita. Y lo que es peor: sirven para ridicularizar la teoría de la reencarnación y al propio Espiritismo ante los medios culturales. Acontece lo mismo en la cuestión de los pases. Es natural nuestra tendencia para la simulación, el disfraz.

Ingeniero dedico abundante estudio sobre esa cuestión. En las competiciones de la vida tienen mucha importancia la apariencia. Somos siempre tentados por el prestigio de las apariencias. El funcionario subalterno de una repartición publica aturde al público con exigencias de toda especie, enteramente innecesarias, para hacer valer la importancia de su cargo, lo que vale decir su importancia. Se forman numerosas órdenes honorificas para conceder comendas y laterías variadas a los compradores de importancia.

Personas de pocos recursos gastan lo que no pueden para hablar grosso en el medio social. Es conocida la preferencia de los hombres de pequeña estatura por los automóviles cola de pez. Las Universidades se llenan de alumnos para la conquista de un titulo que les de prestigio, poco interesados en el conocimiento para adquirir, su desenvolvimiento cultural. Los fardones académicos transforman a muchos escritores de valor en momias comedoras de galletas.

Es tan natural esa tendencia que generalmente no se percibe el ridículo de todas esas cosas. es también natural que esa tendencia exista en el medio espirita, a pesar de todas las advertencias doctrinarias sobre la efemeridad de las glorias mundanas. El ejemplo de Jesús, el rabí popular que no procuró las vestiduras del Templo, fue soterrado por los honores otorgados después de la muerte que le confirieron, transformándolo hasta incluso en un tercio de Dios. Sin embargo, una tercera parte de Dios proyectada en la Tierra podía darse el lujo de no ligar para las cosas del mundo. Más nosotros los hombres, no podemos hacer eso.

Toda la suntuosidad del Templo y de las prerrogativas, que Jesús rechazo, fue transformada en la suntuosidad de las iglesias cristianas y en las ordenaciones sacerdotales con su jerarquía y su ritualismo complicado.

En el Espiritismo los hombres irían a perder de un momento para otro esa tendencia de la especie. Como la doctrina no permite los beneficios del sistema eclesiástico, era necesario arrojar algunos sustitutivos. Uno de ellos, es el de las graduaciones mediúmnicos y el de las reencarnaciones suntuosas. Surgieron y surgen constantemente las complicaciones en la práctica.

El pase se tornó popular por su eficacia. Más es tan simple un pase que no se puede más que darlo. Se crearon entonces las complicaciones. Son necesarios cursos especiales, con lecciones de anatomía y fisiología, para que una criatura de buena voluntad extienda las manos sobre una cabeza sufridora. Más como imponer las manos es cosa muy simple, se crearon también las técnicas del pase, con palabrería fantasiosa y gesticulaciones de gimnástica sueca, que los humildes pasistas han de aprender con especialistas en educación física.

Véase la mezcla que se consiguió hacer, en una especie de liga metálica en que entran diversos refuerzos. El resultado fue la transformación del pase en una exhibición de habilidades en ritmo de bale. Nadie se acuerda que el pase no es una técnica, más si una donación fluídica de amor. El pase espirita es apena la imposición de las manos enseñada y practicada por Jesús. No es pase magnético, es pase mediúmnico.

La palabra mediúmnica ya dice que no es el pesista quien da el pase, son los espíritus a través de los médiums. Un pesista es un médium y pide asistencia de su guía al dar el pase. Más cuando el guía encuentra el pase estilizado, estandarizado, transformado en un ritual de vudú, desiste y espera que el sufridor procure un local de simplicidad cristiana, en el que el pueda actuar con eficacia.

Los círculos mediúmnicos con el paciente en el medio presuponen una concentración de fuerzas. Los médiums ya no son más médiums, son pilas eléctricas ofreciendo energías. No son los espíritus quienes saben lo que el enfermo necesita. Son los estudiantes sin experiencia de la anatomía y la fisiología del magnetismo y la gimnasia con la participación de rituales bailados de los templos egipcios.

Las personas que desean realmente iniciarse en el Espiritismo deben comprender, ante todo, que Espiritismo es simplicidad y buen sentido. Fuera de eso lo que tenemos son escenarios que desvirtúan la doctrina. Son esas invigilância las que amenazan la practica espirita. Nadie desea que los espiritas sean ignorantes, más es evidente que deben ser imples y sencillos, comprendiendo que ni Salomón se vistió con la belleza de las flores sencillas del campo. Hemos de superar el fermento de los fariseos, si queremos realmente hacernos dignos del Espiritismo.

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